Detrás de cada frasco hay un proceso delicado, casi mágico.
Un perfume no nace en un día. Se construye, como una obra de arte.
1. Todo empieza con una emoción
Antes que ingredientes, hay una intención.
El perfumista se pregunta: ¿qué quiero que sienta quien lo lleve?
Puede ser un recuerdo de infancia, un paisaje del Mediterráneo, o la idea del misterio.
Esa emoción guía todo lo que vendrá después.
2. Selección de materias primas
Aquí entra el olfato entrenado del «nariz».
Flores, maderas, especias, resinas, cítricos, notas sintéticas…
Cada ingrediente tiene un carácter, una textura, un alma.
Y encontrar la combinación exacta es parte de la alquimia.
3. Composición y pruebas
Se mezclan las esencias en distintas proporciones.
Nada es al azar. Cada gota cambia el equilibrio.
Puede haber decenas de versiones antes de encontrar “la buena”.
Aquí nace la pirámide olfativa: salida, corazón y fondo.
4. Maceración
Una vez creada la fórmula, hay que esperar.
El perfume se deja reposar varias semanas, incluso meses.
Así los ingredientes se integran y el aroma se redondea.
Es como dejar reposar un buen vino.
5. Filtrado y envasado
El perfume se filtra para eliminar impurezas y asegurar claridad.
Después, se envasa con cuidado.
El frasco no es solo un recipiente: es la primera impresión.
Debe hablar el mismo lenguaje que la fragancia.
6. El perfume vive en tu piel
Y entonces… empieza lo más importante.
El perfume llega a ti.
Y en tu piel, cobra vida.
Porque cada piel transforma la fragancia de forma única.
Tú también eres parte de su creación.
Llevar un perfume es llevar una idea. Y tú, ¿qué historia eliges contar?